Ante una circunstancia de peligro inminente, nuestros sentidos instintivamente se percatan y lo comunican a la corteza cerebral a través de los haces nerviosos. En el cerebro, a nivel cortical, inmediatamente lo que habíamos presentido se hace realidad y nuestro sistema de alerta nos dice... ¡Peligro!
En este momento -fracciones de segundo- a nivel subtalámico se provoca una reacción subliminal y se manda una señal a la Glándula Hipófisis. Mientras tanto comenzamos a sentir lo que denominamos miedo. Tenemos miedo.
La Hipófisis secrega una hormona denominada Adrenocorticotropa (ACTH) que va a circular por la sangre y la cual va a ser leída por los comandos de las Glándulas Suprarrenales que reaccionan inyectando, a su vez, a la sangre distintas hormonas fundamentalmente Adrenalina. Esta hormona genera toda una transformación del organismo, el cual se encuentra en estado de alerta total: se produce taquicardia, se dilatan las pupilas, se reduce el nivel de saliva en la boca secándola, se estrechan los vasos sanguíneos, se paraliza la actividad del estómago y se contiene la actividad digestiva, se estrechan las arterias, la presión sanguínea aumenta, baja la temperatura del cuerpo, aparece el sudor frío, se dilatan los bronquios, se acelera la respiración a nivel físico. Esto pasa cuando tenemos miedo a nivel fisiológico. A nivel de pensamiento, reconocemos el peligro y a nivel motor, podemos tener distintas reacciones: temblar, movimientos automáticos y reflejos de huida o de defensa y también podemos gritar u otras manifestaciones habladas. También puede invocar sus creencias: ¡Dios mío! o requerir ayuda: ¡auxilio, socorro!. Si estuviera en juego la supervivencia, usted estaría -en teoría- preparado física y psicológicamente para salvar su vida huyendo o enfrentando el peligro.
Si no existiera este maravilloso y extraordinario mecanismo en nuestro organismo, muy posiblemente gran parte de la humanidad viviría menos años. El miedo actúa en nuestro cuerpo como un sistema de alarma que nos protege y nos permite superar los peligros. El miedo activa la capacidad del hombre y eleva al máximo los niveles de vigilancia y precaución. Sin embargo, tiene también su patología. Lo normal es tener miedo, lo anormal es, o no tener miedo, lo cual no provocaría la reacción de alarma en nuestro organismo, o tener demasiado miedo y entrar en estado de pánico, lo cual disminuye la capacidad natural de defensa que nos provoca el miedo.
Un primer ataque de pánico suele presentarse bajo condiciones extremas de stress, sobre todo cuando la circunstancia traumática desconcierta y atrapa a la persona por sorpresa. Lo imprevisto del suceso induce sentimientos de catástrofe y desolación. Básicamente es una reacción de alarma con un vehemente deseo de escapar hacia un lugar seguro. Los ataques de pánico se componen de breves episodios de angustia acentuada y múltiples síntomas físicos que ocurren repetida e inesperadamente, con o sin la presencia de una amenaza externa.
El primer objetivo de la psicoterapia conductual en el tratamiento de los ataques de pánico es prevenir que se repitan. La hiperventilación produce síntomas similares a los que preceden los ataques de pánico tales como la angustia, las sensaciones de mareo, aturdimiento y los latidos acelerados del corazón. Educar la respiración ayuda a controlar el pánico. Es por ello importante que en la emergencia la persona tome unos segundos para respirar lenta y profundamente. Asimismo interesa estimular el desarrollo de una tolerancia hacia las sensaciones desagradables. Para ello la mejor ayuda son los ensayos simulados a fin de prevenir la aparición del ataque de pánico en un momento dado.
"El miedo debe madurar -nos señalan Klaus D. Heil y Gerd Hennenhofer en su libro Vencer el Miedo-. Las reacciones innatas del miedo se forman únicamente en el transcurso del desarrollo: deben madurar. El miedo a la oscuridad y soledad, a las grandes superficies de agua, a los seres imaginados y también al tráfico, al ahogarse y al fuego, sólo los podemos observar en los niños, por regla general, a partir de los 2 años. Estos miedos van disminuyendo con el aumento de la experiencia: cuanto más edad tiene un niño, tanto menor es su inclinación a reaccionar con miedo ante los estímulos".
Debemos entrenarnos no para no tener miedo, sino para hacer uso de él, de este maravilloso sistema de alarma, en las circunstancias de peligro que se nos puedan presentar.
En este momento -fracciones de segundo- a nivel subtalámico se provoca una reacción subliminal y se manda una señal a la Glándula Hipófisis. Mientras tanto comenzamos a sentir lo que denominamos miedo. Tenemos miedo.
La Hipófisis secrega una hormona denominada Adrenocorticotropa (ACTH) que va a circular por la sangre y la cual va a ser leída por los comandos de las Glándulas Suprarrenales que reaccionan inyectando, a su vez, a la sangre distintas hormonas fundamentalmente Adrenalina. Esta hormona genera toda una transformación del organismo, el cual se encuentra en estado de alerta total: se produce taquicardia, se dilatan las pupilas, se reduce el nivel de saliva en la boca secándola, se estrechan los vasos sanguíneos, se paraliza la actividad del estómago y se contiene la actividad digestiva, se estrechan las arterias, la presión sanguínea aumenta, baja la temperatura del cuerpo, aparece el sudor frío, se dilatan los bronquios, se acelera la respiración a nivel físico. Esto pasa cuando tenemos miedo a nivel fisiológico. A nivel de pensamiento, reconocemos el peligro y a nivel motor, podemos tener distintas reacciones: temblar, movimientos automáticos y reflejos de huida o de defensa y también podemos gritar u otras manifestaciones habladas. También puede invocar sus creencias: ¡Dios mío! o requerir ayuda: ¡auxilio, socorro!. Si estuviera en juego la supervivencia, usted estaría -en teoría- preparado física y psicológicamente para salvar su vida huyendo o enfrentando el peligro.
Si no existiera este maravilloso y extraordinario mecanismo en nuestro organismo, muy posiblemente gran parte de la humanidad viviría menos años. El miedo actúa en nuestro cuerpo como un sistema de alarma que nos protege y nos permite superar los peligros. El miedo activa la capacidad del hombre y eleva al máximo los niveles de vigilancia y precaución. Sin embargo, tiene también su patología. Lo normal es tener miedo, lo anormal es, o no tener miedo, lo cual no provocaría la reacción de alarma en nuestro organismo, o tener demasiado miedo y entrar en estado de pánico, lo cual disminuye la capacidad natural de defensa que nos provoca el miedo.
Un primer ataque de pánico suele presentarse bajo condiciones extremas de stress, sobre todo cuando la circunstancia traumática desconcierta y atrapa a la persona por sorpresa. Lo imprevisto del suceso induce sentimientos de catástrofe y desolación. Básicamente es una reacción de alarma con un vehemente deseo de escapar hacia un lugar seguro. Los ataques de pánico se componen de breves episodios de angustia acentuada y múltiples síntomas físicos que ocurren repetida e inesperadamente, con o sin la presencia de una amenaza externa.
El primer objetivo de la psicoterapia conductual en el tratamiento de los ataques de pánico es prevenir que se repitan. La hiperventilación produce síntomas similares a los que preceden los ataques de pánico tales como la angustia, las sensaciones de mareo, aturdimiento y los latidos acelerados del corazón. Educar la respiración ayuda a controlar el pánico. Es por ello importante que en la emergencia la persona tome unos segundos para respirar lenta y profundamente. Asimismo interesa estimular el desarrollo de una tolerancia hacia las sensaciones desagradables. Para ello la mejor ayuda son los ensayos simulados a fin de prevenir la aparición del ataque de pánico en un momento dado.
"El miedo debe madurar -nos señalan Klaus D. Heil y Gerd Hennenhofer en su libro Vencer el Miedo-. Las reacciones innatas del miedo se forman únicamente en el transcurso del desarrollo: deben madurar. El miedo a la oscuridad y soledad, a las grandes superficies de agua, a los seres imaginados y también al tráfico, al ahogarse y al fuego, sólo los podemos observar en los niños, por regla general, a partir de los 2 años. Estos miedos van disminuyendo con el aumento de la experiencia: cuanto más edad tiene un niño, tanto menor es su inclinación a reaccionar con miedo ante los estímulos".
Debemos entrenarnos no para no tener miedo, sino para hacer uso de él, de este maravilloso sistema de alarma, en las circunstancias de peligro que se nos puedan presentar.
Fuente: http://www.ucv.ve/
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