El judoca, de 26 años, se siente con posibilidades en Pekín; también lucha por un deporte más organizado.
Humilde, locuaz, desfachatado. Cualquiera de estos adjetivos puede describir a Miguel Albarracín, judoca, de 26 años, que en los Juegos Olímpicos de Pekín representará a la Argentina en la categoría 60 kilos. Medalla dorada en los Panamericanos de Río de Janeiro, este estudiante de fisioterapia y kinesiología -cursa tercer año-se siente con mucha confianza, a pesar de los contratiempos con los que debe lidiar por competir en un deporte al que, reconoce, le falta apoyo. Para Albarracín no será su primera cita olímpica, ya que estuvo en Atenas 2004. Sin embargo, esta vez percibe que tendrá sus chances en una disciplina de combates de eliminación directa, y son seis las peleas que debe ganar para alcanzar el oro. "Tengo muchas expectativas, aunque prefiero no decir mi objetivo. Cuando vuelva te diré si lo cumplí, o no. Pero me siento muy bien para estar entre los mejores del mundo", dice este hombre nacido en Santiago del Estero, pero que vivió la mayoría de sus días en Rosario. Empezó a practicar judo a los 6 años, en el Náutico Sportivo Avellaneda, donde conoció a su entrenador de siempre, Gastón García, cuatro veces olímpico. Y en una de sus escapadas a Buenos Aires visitó la Redacción de LA NACION.
El flash se activa y Miguel empieza a jugar durante la producción fotográfica. Le cuesta soltarse; después, sin el kimono, se relaja y habla de lo que se viene. -¿Qué simboliza para vos estar otra vez en los Juegos? -Lo más importante no es ir a un juego olímpico, sino lograr lo que voy a ir a buscar. En el pensamiento de un chico, cuando empieza un deporte, la ilusión es competir en los Juegos y pelear por una medalla. -¿A qué edad pensaste en eso? -A los 11 años, cuando fue Barcelona 1992, ahí imaginaba todo lo que significaba. Ya en Atlanta 1996, seguía todo y no me perdía nada. -¿Cuáles son las expectativas, después de ser 9° en Atenas? -Muy buenas. Estoy seguro del trabajo que hice. En los Panamericanos de Santo Domingo 2003 dije que estaba para ganar y no se dio. Ahora soy más cauto. Respecto de Atenas, la situación es distinta. Hace cuatro años, no tuve los circuitos europeos de ese ciclo. Esta vez, sí; luché contra todos los que irán a Pekín y les gané, y perdí con algunos. -¿Qué es lo que más esperás? -Quiero vivir la inauguración, cuando salga la bandera argentina a la pista. Ahí, no podés no llorar. Ese momento lo imagino muy seguido. -Antes de Atenas, hubo problemas de organización en las giras. ¿Cómo está la situación ahora? -En mi caso me siento más apoyado. La Confederación me organiza los campos de entrenamiento, la inscripción de torneos en Europa o en Panamericanos. La buena voluntad está, pero necesitamos más organización y eficacia. -¿Tuviste contratiempos en este ciclo olímpico? - En 2006 me quedé fuera de un torneo en la República Checa porque no me habían inscripto. Este año, llegué a Francia, me presenté en el hotel y no sabían que yo iba. Me consiguieron otro, a 15 minutos del lugar oficial. No hacen todo mal, pero son deslices no menores. Nosotros no sólo nos ocupamos de competir. Hay que preocuparse del vuelo, de que alguien me busque en el aeropuerto, de que esté inscripto, de que ojalá tenga hotel. -¿Con mayor orden los resultados serían mejores? -Sí, los judocas consiguen diplomas olímpicos porque en los Juegos no tenemos los mismos contratiempos que en un circuito europeo y podemos focalizarnos más en competir. -¿Qué le falta al judo argentino? -Necesita el apoyo de una empresa que se haga cargo de los atletas más destacados. Los resultados están, no sé por qué nadie se mete. Quizás el judo es poco atractivo para los anunciantes o nadie sabe atraer a alguien que se interese.
Humilde, locuaz, desfachatado. Cualquiera de estos adjetivos puede describir a Miguel Albarracín, judoca, de 26 años, que en los Juegos Olímpicos de Pekín representará a la Argentina en la categoría 60 kilos. Medalla dorada en los Panamericanos de Río de Janeiro, este estudiante de fisioterapia y kinesiología -cursa tercer año-se siente con mucha confianza, a pesar de los contratiempos con los que debe lidiar por competir en un deporte al que, reconoce, le falta apoyo. Para Albarracín no será su primera cita olímpica, ya que estuvo en Atenas 2004. Sin embargo, esta vez percibe que tendrá sus chances en una disciplina de combates de eliminación directa, y son seis las peleas que debe ganar para alcanzar el oro. "Tengo muchas expectativas, aunque prefiero no decir mi objetivo. Cuando vuelva te diré si lo cumplí, o no. Pero me siento muy bien para estar entre los mejores del mundo", dice este hombre nacido en Santiago del Estero, pero que vivió la mayoría de sus días en Rosario. Empezó a practicar judo a los 6 años, en el Náutico Sportivo Avellaneda, donde conoció a su entrenador de siempre, Gastón García, cuatro veces olímpico. Y en una de sus escapadas a Buenos Aires visitó la Redacción de LA NACION.
El flash se activa y Miguel empieza a jugar durante la producción fotográfica. Le cuesta soltarse; después, sin el kimono, se relaja y habla de lo que se viene. -¿Qué simboliza para vos estar otra vez en los Juegos? -Lo más importante no es ir a un juego olímpico, sino lograr lo que voy a ir a buscar. En el pensamiento de un chico, cuando empieza un deporte, la ilusión es competir en los Juegos y pelear por una medalla. -¿A qué edad pensaste en eso? -A los 11 años, cuando fue Barcelona 1992, ahí imaginaba todo lo que significaba. Ya en Atlanta 1996, seguía todo y no me perdía nada. -¿Cuáles son las expectativas, después de ser 9° en Atenas? -Muy buenas. Estoy seguro del trabajo que hice. En los Panamericanos de Santo Domingo 2003 dije que estaba para ganar y no se dio. Ahora soy más cauto. Respecto de Atenas, la situación es distinta. Hace cuatro años, no tuve los circuitos europeos de ese ciclo. Esta vez, sí; luché contra todos los que irán a Pekín y les gané, y perdí con algunos. -¿Qué es lo que más esperás? -Quiero vivir la inauguración, cuando salga la bandera argentina a la pista. Ahí, no podés no llorar. Ese momento lo imagino muy seguido. -Antes de Atenas, hubo problemas de organización en las giras. ¿Cómo está la situación ahora? -En mi caso me siento más apoyado. La Confederación me organiza los campos de entrenamiento, la inscripción de torneos en Europa o en Panamericanos. La buena voluntad está, pero necesitamos más organización y eficacia. -¿Tuviste contratiempos en este ciclo olímpico? - En 2006 me quedé fuera de un torneo en la República Checa porque no me habían inscripto. Este año, llegué a Francia, me presenté en el hotel y no sabían que yo iba. Me consiguieron otro, a 15 minutos del lugar oficial. No hacen todo mal, pero son deslices no menores. Nosotros no sólo nos ocupamos de competir. Hay que preocuparse del vuelo, de que alguien me busque en el aeropuerto, de que esté inscripto, de que ojalá tenga hotel. -¿Con mayor orden los resultados serían mejores? -Sí, los judocas consiguen diplomas olímpicos porque en los Juegos no tenemos los mismos contratiempos que en un circuito europeo y podemos focalizarnos más en competir. -¿Qué le falta al judo argentino? -Necesita el apoyo de una empresa que se haga cargo de los atletas más destacados. Los resultados están, no sé por qué nadie se mete. Quizás el judo es poco atractivo para los anunciantes o nadie sabe atraer a alguien que se interese.
Fuente: Diario La Nación (02/05/2008)
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