En 1981, la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) recomendó la práctica de judo para los chicos de hasta 14 años, en síntesis, por la formación física y la divulgación de valores integrales. Daniela Krukower tomó la idea y está ansiosa por llevar a la práctica una Fundación sin fines de lucro, para que niños en situación de riesgo se formen en el judo y, en definitiva, en la vida."Mi idea es enseñar judo por su armonía y porque hace hincapié en los valores de la humildad y el respeto, ya que para poder aprender, necesitás de un compañero", le dice a Clarín la campeona mundial en Osaka 2003."¿Por qué siempre se piensa en deportes convencionales, como el fútbol? -se pregunta-. Acá se podría imitar el modelo de Brasil, donde sacan a los chicos de las favelas para aprender judo. Si bien en Argentina no es tan popular, mi pequeña meta es ayudar a que se desarrolle".Lo mismo hizo en Tucumán el judoca Eduardo Costa, diploma olímpico en Atenas 2004. Y, en definitiva, el deporte también se transmite en los clubes de barrio, como Victoriano Arenas.Para organizar una Fundación, se necesita una inversión inicial de 12 mil pesos. Daniela no los tiene pero confía en que sponsors o inversores se acerquen. "Salvando las distancias, me gustaría hacer lo que hace Ginóbili: atrae aportantes por su nombre y recauda en eventos especiales para ayudar a los chicos".-¿Cómo definirías al judo?-Es una mezcla de una partida de ajedrez y un baile de tango. Soy una apasionada y pararé cuando no lo disfrute más.Le ofrecieron mucho dinero para volver a representar a Israel, pero tuvo razones para no aceptarlo. "Yo no practico el judo para volverme rica, sino porque me gusta. Argentina es el país que me abrió las puertas a mi sueño", relata la medallista de bronce en los últimos Panamericanos.Daniela sonríe hoy más que nunca, porque hace una semana, en el hospital Piñero, le sacaron los alambres que duraron 52 días en su boca, por una fractura de mandíbula sufrida en el Mundial de Río de Janeiro. "En Brasil me dijeron que no era nada y acá me lo detectaron enseguida y me trataron bárbaro", relata, mientras insiste con su idea: "Tengo el deber de difundir mi deporte y sé que es factible hacerlo".
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